Era en junio, cuando la mayoría de palestinxs en Gaza estaban pasando el tiempo junto al mar – tiempos felices – pero parece que el destino de lxs palestinxs es vivir con poca felicidad y mucho dolor.

A diferencia de otros días, el mar estaba agitado. El sol tristemente se escondió. Las cometas se dispersaban y chocaban.

Y entonces ocurrió, la explosión. Las sonrisas se tornaron en gritos. Las víctimas tumbadas a lo largo de la playa. Las heridas eran espantosas. En medio de este horror había una niña de 12 años. Estaba de pie, angustiada y conmocionada. No sabía qué estaba pasando y observaba a aquellxs que arrastraban a las víctimas con rapidez. Entonces, empezó a correr hacia su padre asesinado – sollozando, llorando y gritando – “Padre, Padre, Padre”.

No podía creer que no volvería a escucharle o a hablarle otra vez. Huda Ghalia, una niña de 12 años, perdió a su padre y hermanxs, agonizando, víctimas de un bombardeo de la brutal ocupación israelí. Las Fuerzas de Ocupación de Israel alegaron que este lugar estaba lleno de bombas colocadas por lxs palestinxs, pero estas “bombas” eran tiendas, cacerolas, mantas y una pequeña cuna para el bebe.

A pesar de toda la evidencia que denunciaba a la ocupación israelí, fueron exonerados. Lo mismo ocurrió con Muhammed Addorah, que fue asesinado por una ráfaga de fuego. Estas familias afligidas son aún símbolos de la tristeza palestina. Se tarda mucho tiempo en curar las heridas.

Huda tiene ahora casi 21 años, está estudiando Derecho en la universidad para demandar a la ocupación por el asesinato a sangre fría de su familia.